Desde 1800 años antes de nuestra era las deidades del agua fueron merecedoras de cultos muy especiales y sobre todo objeto de romerías que asistían de tierras lejanas. Este fenómeno ocurre hasta nuestros días porque todavía vemos que en los pueblos, cuando no llueve, realizan procesiones que atraviesan los campos de cultivo en forma de círculos o de zigzagueos cargando las figuras sacras responsables de la lluvia.
También creían en diferentes destinos del alma después de la muerte según fuera ésta: por ejemplo, se pensaba que al Tlalocan, paraíso de dios del agua, iban las almas de los ahogados y enfermos de problemas relacionados con el agua.
Algunas deidades acuáticas del México Antiguo son:
Dzahui, dios mixteco de la lluvia , se le identifica por los anillos en los ojos y el labio superior con aspecto de bigotera.
Cocijo, dios zapoteco de la lluvia y el rayo, en ocasiones llevaba anteojeras circulares, máscara bucal de serpiente y el glifo C en su tocado.
Chaac, deidad maya de la lluvia y del rayo, de sus brazos cuelgan bolsas de copal; en la mano izquierda sostiene una bola de copal ardiente y en la derecha una vasija con agua.
El monolito de Tláloc
¿Deidad Acuática? ¿Tlaloc? ¿Chalchitlicue?
Los pobladores de Cuatinchan aseguran que se trata de la Dios Chalchitlicue y que el verdadero Tláloc está enterrado en el Monte Tláloc.
Definitivamente se trata de una deidad acuática que estaba destinada al culto en la ciudad Teotihuacana, pero, ¿cómo se llamaba?
Referencias:
Barba Ahuatzin, Beatríz, «Dioses, reyes, hombres y agua en el México antiguo», revista ciencia, vol. 58, no. 3 (julio- septiembre- 2007).
Contel José, «Los dioses de la lluvia Mesoamericana», revista Arqueologìa Mexicana, num 96, pp. 20-25.